9 de noviembre de 2016

Viaje al centro de tu cama

     Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato: https://www.youtube.com/watch?v=JBJyI-95XLo
   
     Navegamos sin rumbo conocido a través de las sábanas de tu cama; exploramos hasta el último resquicio del colchón e indagamos en las acomodadas almohadas; surcamos bravos la superficie de la colcha arrugada, impulsados por la brisa de la mañana.

     Y allí estábamos, buscando la desorientada brújula que nos marcase el siguiente destino. Consulté el mapa de tu figura, y cada lunar era un azaroso país en el que juntos habíamos estado. El olor a café recién hecho de Venezuela, o el bullicio y masificación del cruce de Shibuya. Desgajábamos los días en semanas y medíamos las horas en películas de todo tipo, breves vuelos, y caminatas por las terminales de los aeropuertos que te incluían a ti sobre el carrito de las maletas. Nos perdíamos en la densidad del anochecer estrellado en Edimburgo, y amanecíamos entre las húmedas brumas de Suiza. Bailamos al ritmo de las calles de Viena, y eras cada uno de los románticos cuadros parisinos. Cada día era el Holi de la India, acompañado del sabor de los mil tés diferentes de Londres. Viajábamos con el fresco polen de Machu Picchu, y entre aventura y aventura, nos retirábamos a descansar a los desvencijados templos del Himalaya. Al alba fuimos el polvo dorado del Sahara, y durante el ocaso nos transformamos en fina nieve de los prados de Alaska. Atravesamos los bosques de Alemania para reaparecer en las pequeñas islas escocesas, y nos dejamos dormir en el festival de lamparas de Yee Peng para despertar ante el ruido del blues y el jazz en una transitada calle de Nueva Orleans. Disfrutamos de la arquitectura de Florencia, y tallamos nuestros rostros en las ruinas de Jordania. Relamimos el rocío del húmedo Amazonas y fuimos el néctar más dulce del Rift africano. Fueron días del color de la gran barrera de coral australiana, cambiantes y erosionados como los colosales fiordos de Noruega.

     Y entre vuelo y vuelo, mi dedo pasaba por cada vertebra de tu sobresaliente espina dorsal, recordando cada ciudad del mundo donde la esencia de la misma eras siempre tú. Tú y el dulce aroma de las sábanas de tu cama. Viajábamos por la corteza del planeta, por la corteza de tu retaguardia, pero viajábamos al centro de la Tierra, viajábamos al centro de tu cama, donde siempre estábamos tu y yo.


     Este breve relato, sin finalidad alguna, no ha sido más que un simple arrebato de dulzura y liberación.

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