20 de diciembre de 2016

"Navidad y capitalismo", El Rincón de Pensar

     En sus posiciones, preparados, listos... ¡Ya! Comienza la maratón navideña: un par de semanas de compras compulsivas, acompañada por la ansiedad de recrear una cena perfecta y publicar en Facebook la foto de familia bendiciendo la mesa y agradeciendo un año más el poder compartir (con cierto matiz de hipocresía) estos grandes momentos llenos de cariño y amor.

     Apenas nos encontramos a mediados de noviembre y ya nos hallamos haciendo la cuenta atrás, una vez más, para despedir el año, celebrar el nacimiento de Jesucristo, la llegada de los reyes magos y la buena compañía. Pero no solo vemos esta época con agrado. A medida que abandonamos la juventud y pasamos a formar parte de la fuente de ingresos económicos en casa, se transforma en agonía y angustia que nos hace preguntarnos de nuevo, "¿qué le regalaré por esta Navidad?"

     A estas alturas, es baladí hacer alusión al alto nivel capitalista de nuestra sociedad, donde imperan los precios, huir de los números rojos y, últimamente, arrastrarse por un trabajo indigno colmado de explotación laboral con tal de subsistir en la ciudad de la tarjeta de crédito. Y es que, tras años, lo que parecía una simple moneda de cambio, algo material, se encarga en estos momentos de gestionar nuestras vidas, de sacar la calculadora del cajón a fin de mes y de quedarnos con las ganas de haber ido al cine o a esa exposición del museo para la que llevábamos meses esperando.

     Sin embargo, en un país como el nuestro, o como cualquiera que vive bajo la imperancia del dinero, continuamos gastando más en estas maravillosas fiestas navideñas. Celebramos la festividad tomándonos lujos como gastar un poco más en exuberantes pero caseras cenas de Nochebuena, en la compra anual en Zara, pensando siempre en Amancio Ortega, o en conseguir esa colonia de capricho que regalamos siempre del Corte Inglés.

     Según datos estadísticos, este 2016 les españoles gastaremos de media aproximadamente 682 euros en compras navideñas (incluyendo regalos, comida, lotería, viajes y ocio en general), un 4% más que en 2015. Este dato, para tomar conciencia, supera el SMI (Salario Mínimo Interprofesional), el cual se halla en 655 euros mensuales. Aunque, por supuesto, no todes gastaremos esta ingente cantidad.

     Vivimos bajo el yugo del capital, con el agua al cuello, por el bordillo a la pata coja, y aún así, continuamos permitiendo a nuestra economía familiar efectuar semejante gasto, sabiendo que los posteriores meses vendrán plagados de un "lo siento, no puedo, no tengo dinero". A pesar de esto, es fácilmente comprensible, nadie querría salirse de la línea y ser el padre o madre que ha dejado a su hije sin la nueva PlayStation o el nuevo IPhone.

     A estas alturas, es importante remarcar que el objetivo de esta pequeña crítica, no es el de despreciar la clase trabajadora, aquellas familias que viven bajo el umbral de la pobreza o fomentar el clasismo en una sociedad completamente desestructurada y jerarquizada por el capital.

     Tal como muestran los números, la media salarial anual es de 26.000 euros (2.167 euros mensuales). Aquelles que tenemos nociones básicas sobre la estadística, sabemos que esta distribución (la media) engaña sin gran dificultad a la población. Un ejemplo que ilustra claramente como funciona este parámetro es el siguiente: Si una persona se come 2 manzanas y otra se come 0, la media de manzanas comida por persona es 1. De la misma manera, la media será 1 también si de esas 2 personas cada una come una manzana. Clarifica la situación para aquellos que saben interpretarlo, pero maquilla, disimula y oculta la realidad: una desigualdad desorbitada en cuanto a los salarios entre les españoles.

     Otras medidas tomadas en 2013, tales como la mediana, nos muetra que el salario anual se encontraba en 22.698 euros (1.890 euros mensuales), mientras el salario modal, el más frecuente, nos indica que es de 15.433 euros anuales (1.286 euros mensuales), dato que nos acerca más a la realidad de todes nosotres.

     Casi tres de cada diez españoles, el 28,6% de les ciudadanes para ser más concretos, se encuentra en riesgo de exclusión social, sin apenas recursos con los que pagar sus necesidades básicas, según una encuesta de condiciones de vida publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Una situación inaceptable que, en días donde debería abundar la humanidad y la empatía, se normaliza completamente.

    Y no nos hagamos ajenes a la realidad: todes conocemos a esa mujer que limpia algún que otro chalet por unos euros cobrados en negro, sin contrato alguno. O a ese hombre que no tiene otro remedio que dejar el móvil encendido cada noche, por si es llamado a última hora para descargar mercancía en el muelle, a precio de risa, durante unas horas de la madrugada. En el fondo, conocemos esa situación, pero la evitamos, porque la exclusión social se encuentran a la vuelta de la esquina.

     Además, a esto debemos sumar la inexistente ayuda del gobierno, donde la plebe ayuda a la plebe mientras los de arriba se excusan bajo el pretexto de que dar ayudas son procesos de gran complicación y repletos de trámites. Como dice un famosos dicho, "las cosas de palacio van despacio", excepto si son relacionadas con el dinero, donde encontramos a nuestro actual monarca ascendiendo el sueldo de la familia real un 1% en plena crisis económica, a mitades de 2016. A día de hoy, el rey tiene así una asignación de 236.544 euros anuales (19.712 euros mensuales); la reina, 130.092 euros anuales (10.841 euros mensuales); Juan Carlos I, 189.228 (15.769 euros mensuales); y Sofía, 106.452 euros anuales (8.8871 euros mensuales). Esto, aporta gran curiosidad al asunto, pues retomando datos aportados hace unos instantes, comprobamos que el sueldo mensual del rey supera en 4.000 euros el sueldo anual más frecuente en España en 2013.

     Hablando de sueldos, también hallamos el salario mensual de les senadores, valorado en 4.000 euros (dato publicado en 2015). Destacando, por otra parte, la ascensión de los mismos a 8.000 euros brutos durante los meses anteriores al 26J (elecciones generales del 26 de junio), donde la actividad de estas entidades era escasa.

     Dejando atrás la cara más capitalista y consumista de la navidad, pasamos al otro lado de la moneda: el espiritismo, la religión y los buenos sentimientos navideños. A pesar de lo arraigado que se encuentra la navidad al nacimiento de Jesucristo y, consecuentemente, al cristianismo, el origen de la navidad se remonta al siglo II d.C. Esta fiesta, originalmente pagana y celebrada por los romanos, festejaba la Saturnalia, un festival que representaba el solsticio de invierno y honraba al dios Saturno.

     En lo relativo a lo metafísico, no nos engañemos, todes disfrutamos la navidad. Ese tiempo de ocio que dedicamos a salir con amigos o simplemente a reunirnos con la familia y recordar entrañables momentos que aprovechamos para descansar y olvidarnos de las preocupaciones mundanas del día a día. Bajo mi parecer, la navidad, desde el punto de vista emocional, tal como se contempla en la actualidad, es un acontecimiento espléndido. Refuerza unos vínculos que, por falta de proximidad, de contacto o de tiempo, se han ido deteriorando. 

     Sin embargo, también tiene lugar el posterior olvido de estas emociones y la letanía sentimental post-navideña, donde volvemos al trabajo (volviendo a la alienación laboral) y retomamos un ritmo de vida más acelerado. Esto, desde luego, supone dejar en el tintero las actitudes solidarias que sustentamos durante los días de vacaciones, dejando un rastro de pestilencia e hipocresía que todes notamos, pero nadie comenta. Y es que al que hace dos semanas enviábamos un bonito mensaje deseando una feliz navidad y próspero año nuevo, le quitamos la mirada al cruzarnos por la calle y, en caso de haya contacto visual, lo saludaremos con sonrisa anestesiada.

     A pesar de que esto no es banal, recae en aspectos psicológicos y sociólogicos que, debido a mi falta de formación, no puedo llegar a comprender. Quizá, algún día, con pequeños actos de generosidad y cariño cambiaremos nuestra nación.

     Retomando el tema numérico y económico, cabe mencionar la subida de precios de los productos tras el famoso "Black Friday" (día importado de Estados Unidos), donde se rebajan gran variedad de productos para aumentar las ventas y atraer a las masas. Al terminar este día, de nuevo los precios se estabilizan y, por tanto, sufren un aumento que afecta a nuestro bolsillo. Y es que, en parte, el encarecimiento de ciertos productos se debe a esa cantidad del capital que entregamos y es dirigido a la exhuberante Hacienda pública.
   
     Es en este punto donde todo se enfanga y se cubre de una cortina de humo, de una estela que huele a fraude, trabajos en negro, e injusticia. Como todos sabemos, Hacienda es aquel organismo que se encarga de intervenir en la economía del estado, fundamentalmente a través ingresos y gastos públicos. Es un ente que se alimenta de los tributos que pagamos entre todes les españoles y que se halla en pequeñas tasas en la mayoría de productos o intercambios de capital que se efectúan.

     De esta manera, el fondo económico de Hacienda debe ser medianamente fijo, lo que supone contantes fluctuaciones en la subida y bajada de tributos. Estas tasas, se ven aumentadas cuando se llevan a cabo y a gran escala acciones "en negro", es decir, aquellas que se hacen a espaldas de Hacienda para evadir la contribución al Estado. Sin embargo,es fácilmente contrastable que no todos contribuimos a Hacienda de manera legal, ya sea por ese trabajo en negro que nos ayuda a llegar a final de mes o por esos pocos millones de euros que guardamos en paraísos fiscales y sociedades "Off shore".

     A través de diferentes medios y colaboraciones entre periodistas e investigadores de varios países, se ha comenzado a desmentir una de las mayores tramas de corrupción y evasión tributaria a nivel internacional, los conocidos "Papeles de Panamá", donde diferentes empresarios y personas de índole superior en el ámbito económico, conseguían de manera opaca trasladar grandes inversiones de capital al país americano a través, principalmente, del bufete de abogados "Mossack Fonseca".

     Los datos nos revelan que en total les españoles que han llevado a cabo estas acciones tienen abonados en Panamá 1.139 millones de euros, ninguno de ellos cotizados a Hacienda. Curioso es cuando el derecho y las diferentes organizaciones corruptas que manejan el poder, consiguen que de las 4.768 personas imputas en este asunto, la mayoría reciban una penalización mínima o nula. Y mientras, aquí, a ti y a mi, nos suben los impuestos, esas personas acusadas de fraude fiscal (y reconocidas al menos nacionalmente), se levantan cada día con la conciencia tranquila. Mientras, una mujer que rebusca en la basura porque no tiene casa o alimento, o que roba unas latas de conserva porque no se las puede permitir, es juzgada y multada (debiendo dinero que obviamente no tendrá) debido a que eso de no pagar, además de ser robo, no tributa a Hacienda.

     Y en un país donde una familia muere de hambre por un sueldo despreciable por el que muchos se pelean como perros por un hueso (véanse los contratos basura que, según la administración del Estado, han descendido el paro), donde la regencia y las entidades políticas del país ningunean al pueblo a su merced, donde existen unos desorbitados porcentajes de fraude fiscal y donde el partido del gobierno vigente se halla acusado en su totalidad por corrupción, me atengo a las palabras que expresan la gran asesina del Estado, "Hacienda somos todos".


     Hasta aquí el primer post sobre esta nueva sección, bautizada por el momento como "El rincón de pensar", dedicado a reflexionar acerca de diferentes temas de nivel nacional e internacional que cada uno deberíamos cuestionar insistentemente.

     En cuanto a este nuevo apartado, podéis sugerir diferentes temas sobre los que os gustaría que hablara. Sin embargo, la frecuencia de estas entrada será relativamente escasa, pues el blog continuará con la dinámica literaria. Por último, me gustaría pedir disculpas si he mostrado alguna idea clasista/sexista o que haga que cualquiera de les lectores se sienta incómode u ofendide.

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     ¡Feliz Navidad y próspero año nuevo!

     Fuentes de información / Bibliografía:

     - http://economia.elpais.com/economia/2015/12/29/actualidad/1451390924_950140.html

     - http://www.elblogdedaniel.com/mito-12-el-salario-medio-mediano-y-mas-frecuente-real/

     - http://www.elmundo.es/economia/2016/11/17/582d9dceca47412c238b45a7.html

     - http://sobrehistoria.com/navidad-historia-y-origen/

     - http://www.elconfidencial.com/espana/2016-05-24/umbral-pobreza-hogares-ine_1205320/

     - http://economia.elpais.com/economia/2016/05/24/actualidad/1464082093_364713.html

     - http://www.lasexta.com/programas/el-objetivo/se-lo-hicisteis-ultimo-contrato/cuanto-cobran-senadores_201510265724507e4beb28d446009585.html

     - http://www.sueldospublicos.com/texto-diario/mostrar/437628/los-senadores-se-vuelven-a-poner-un-sueldo-de-8000-euros-brutos-hasta-las-elecciones-pese-a-no-tener-actividad

     - http://politica.elpais.com/politica/2016/03/31/actualidad/1459443373_650449.html

     - http://www.elmundo.es/economia/2016/04/04/5702250d22601d5b6d8b45c1.html

     - http://www.abc.es/economia/abci-papeles-panama-numeros-papeles-panama-201604042004_noticia.html

9 de noviembre de 2016

Viaje al centro de tu cama

     Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato: https://www.youtube.com/watch?v=JBJyI-95XLo
   
     Navegamos sin rumbo conocido a través de las sábanas de tu cama; exploramos hasta el último resquicio del colchón e indagamos en las acomodadas almohadas; surcamos bravos la superficie de la colcha arrugada, impulsados por la brisa de la mañana.

     Y allí estábamos, buscando la desorientada brújula que nos marcase el siguiente destino. Consulté el mapa de tu figura, y cada lunar era un azaroso país en el que juntos habíamos estado. El olor a café recién hecho de Venezuela, o el bullicio y masificación del cruce de Shibuya. Desgajábamos los días en semanas y medíamos las horas en películas de todo tipo, breves vuelos, y caminatas por las terminales de los aeropuertos que te incluían a ti sobre el carrito de las maletas. Nos perdíamos en la densidad del anochecer estrellado en Edimburgo, y amanecíamos entre las húmedas brumas de Suiza. Bailamos al ritmo de las calles de Viena, y eras cada uno de los románticos cuadros parisinos. Cada día era el Holi de la India, acompañado del sabor de los mil tés diferentes de Londres. Viajábamos con el fresco polen de Machu Picchu, y entre aventura y aventura, nos retirábamos a descansar a los desvencijados templos del Himalaya. Al alba fuimos el polvo dorado del Sahara, y durante el ocaso nos transformamos en fina nieve de los prados de Alaska. Atravesamos los bosques de Alemania para reaparecer en las pequeñas islas escocesas, y nos dejamos dormir en el festival de lamparas de Yee Peng para despertar ante el ruido del blues y el jazz en una transitada calle de Nueva Orleans. Disfrutamos de la arquitectura de Florencia, y tallamos nuestros rostros en las ruinas de Jordania. Relamimos el rocío del húmedo Amazonas y fuimos el néctar más dulce del Rift africano. Fueron días del color de la gran barrera de coral australiana, cambiantes y erosionados como los colosales fiordos de Noruega.

     Y entre vuelo y vuelo, mi dedo pasaba por cada vertebra de tu sobresaliente espina dorsal, recordando cada ciudad del mundo donde la esencia de la misma eras siempre tú. Tú y el dulce aroma de las sábanas de tu cama. Viajábamos por la corteza del planeta, por la corteza de tu retaguardia, pero viajábamos al centro de la Tierra, viajábamos al centro de tu cama, donde siempre estábamos tu y yo.


     Este breve relato, sin finalidad alguna, no ha sido más que un simple arrebato de dulzura y liberación.

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6 de octubre de 2016

La primera mujer

      Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato: https://youtu.be/XgeKHTcufLY

     El amanecer dividido en dos segmentos. Uno de colores, cálido, perfecto, implacable. El otro, lleno de oscuras nubes y lo que posiblemente sea una gran tempestad. Despierto otro día más en el lado bueno del universo, en el paraíso. La primera mujer, fruto de la costilla del primer hombre y del ser superior al que llamamos Dios. Tenemos todo lo deseado y codiciado por cualquier animal. Todo excepto libertad. Nuestras alas se extienden a lo largo del Edén, pero no podemos volar más allá de sus paredes. ¿Qué clase de lugar perfecto es este? No existen reglas, leyes o condiciones, solamente una única e inmutable: no se debe probar el fruto prohibido, la manzana del árbol prohibido que custodia un astuto reptil de lengua bífida. Dios nos advirtió de ella y de cómo trataría de persuadirnos para probar su fruto. Si lo hacíamos, el paraíso caería corrupto y nosotros seríamos condenado a una vida plagada de desgracias por la ira del mismísimo. Ese maldito árbol no era más que otra prueba de sumisión hacia su poder.

     Se supone que todas nuestras necesidades están cubiertas, y aunque ni siquiera los predadores cazan ni las presas son cazadas, todo parece estar plenamente muerto. Desde el primer almendro eternamente en flor hasta la sonrisa de ese tal Adán que solo duerme bajo un olmo y tira piedras a un arroyo cercano; todo huele a putrefacción perfumada con el aroma del rocío de las rosas. El interior del muro no es más que un límite que Dios cree que no podemos rebasar, una manera más de limitar nuestra pura alma y de dejar de lado aquellos deseos destinados a la pasión y la insurrección. Maquilla la realidad del Edén con el carbón de las montañas de la periferia y la sangre de lo que se cuece más allá del muro. Y cada vez que miro lo que hay tras aquellas paredes, únicamente puedo ver oscuras sierras que se pierden entre las nubes y algunos ojos en la oscuridad que me llaman deseosos y me invitan a la libertad.

     La presión puede con mi cuerpo. Si hay un Dios verdadero, que castigue a este maldito diablo que disfraza el infierno de paraíso y que hace de los cementerios los pastos y los animales que mis ojos contemplan. Apesta a soledad y a muerte, y yo no aguanto más.

     Allí está ella, enroscada en las ramas del árbol, esperándonos, aguardando el momento del pecado, el momento de la verdad. Y mientras camino decidida hacia esa sucia serpiente, escupo sobre el nombre de Dios y el de ese hombre del cual de su costilla nací.

     Arranco de mis senos y pubis las hojas de parra que oprimen mis pechos y mi útero y las lanzo con rabia, sabiendo que florecerán en algo tan perfecto como yo. Me acerco a aquella de lengua bífida que osa al hombre a comer del fruto del pecado. Y me regocijo en mi ser, porque yo soy mujer. Arrebato del árbol la escarlata manzana, roja como la sangre que corre por el río. La serpiente se encuentra entorno a mi cuerpo, observando con ansias, y la miro con malévola sonrisa. A lo lejos, veo a Adán perplejo. Y con sus ojos sobre mi desnudo cuerpo, muerdo con desafío el fruto maldito.

     Caen los muros del Edén y miro al cielo gritando a ese Dios que condena el deseo. Que me consuma la ira y la corrupción de mi lujuria; que se desquebraje el cielo y la tierra en mil pedazos; que se levante el suelo y se descuelguen los árboles; que se muestre el sustrato del que estamos formados y que me devore el pecado. Estando todo en ruinas, siento tras de mí cómo arde el Edén, ahora transformado en el infierno que siempre fue.

     Camino hacia el frente, con determinación, sabiendo que el paraíso se quema a mis espaldas. La serpiente, formando parte ya de mi cuerpo, está tan satisfecha como yo. Y con astucia y garra recuerdo aquel primer mordisco a la manzana escarlata que en la mano aún estrujo. Pero sobretodo, recuerdo la satisfacción de romper el estigma de Eva, la primera mujer, y de condenarme al pecado.



     La imagen adjunta es un excelso dibujo que aún conservo de una querida amiga, MTK (Mey), cuyo arte fue fuente de inspiración para este relato.

    Con este breve post pretendía reflejar en líneas generales el simbolismo que para mí tiene la mujer, así como las razones por las cuales me parecen fascinantes cuanto menos. Así pues, este relato está dedicado a todas aquelles mujeres que, como Eva, rompieron el estigma.

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1 de septiembre de 2016

Amapolas de sangre

     Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato (a partir del minuto 6.35): https://www.youtube.com/watch?v=KSM0lLbVYOo 

     Procuro que, al caminar, mis pies no queden ensuciados por el hollín de los tejados. Todo está muerto y desierto. Aquí, de momento, solo vive el soberano silencio, aguardando la llegada de la palabra. Los gatos me acompañan en la noche, persiguiéndome pero manteniendo la distancia. Ello conocen lo que se avecina. Observo con gran interés cada detalle de los hogares: las flores marchitas en el alféizar de las ventanas, o los cadáveres tendidos en la entrada de cada casa, que llaman especialmente mi atención. El suelo, de pálido pavimento, se siente frío, como todo lo que me rodea: una fuente de piedra desmoronada cuyo agua es inexistente, varios pares de botas agrupados al lado de una gran pila de madera o el esqueleto de un caballo cuyas cuencas de los ojos parecen observarme.

     Sin embargo, para llevar a cabo mi trabajo, antes debo acabar el de mis hermanas, para devolverlas a la vida posteriormente. Me paro en seco, cierro los ojos y escucho una respiración entrecortada tras el heno de un corral que se encuentra a mi izquierda. Portador de una antorcha sale con determinación, pero desde aquí huelo su miedo y en sus ojos vislumbro su futura muerte. Arroja su torpe arma a la pila de madera y comienza a correr hacía mí desenfrenadamente con un incesante grito de guerra. Arremete contra mi cuerpo y consigue, de un solo empujón, meterme de lleno en la pira ardiente. Humanos. Se encuentra expectante, dudando de mi siguiente movimiento, que lo sorprende: lo miro directamente a los ojos, y cuando estoy segura de que está contemplando mi alma, esbozo una malévola sonrisa.

     De su pecho arrastra un crucifijo que sostiene con fuerza. Mientras, vuelve a romper el silencio con toda clase de maldiciones y plegarias. Sus palabras se clavan en mí como espinas, las cuales florecen en mi piel. Con cada paso que doy al salir de la crepitante hoguera, él retrocede de manera temerosa. Hoy, los gatos podrán darse un nuevo festín. Continúa caminando hacia atrás, hasta que choca con mis muertas hermanas, cuya tumba está constituida por seca tierra y alargadas macetas despedazadas. La venganza se llevará a cabo esta noche.

     Arranco de mi brazo y mis canillas algunas de sus espinas, y las arrojo hacia su cuerpo. Con cada una de mis agujas, se encuentra más inmovilizado, hasta quedar en una posición de crucifixión. Aúlla de dolor, y los gatos comienzan a arremolinarse entorno a mí, enroscando sus colas en mis piernas y ronroneando. Su momento ha llegado. Deposito algunos frascos bajo su moribundo cuerpo para recoger su sangre, sonrío una vez más y me alejo, dejando que los felinos terminen mi trabajo.

     Con el alba, mi útero, portador de la semilla de la vida, devuelve lo orgánico a este lugar.

     Al atardecer, el pueblo se ha convertido en un prado de flores rojas tras las cuales se esconden blancas amapolas.


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30 de julio de 2016

Volver

     Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato: https://www.youtube.com/watch?v=xEMSJf723BI

     Vago sin rumbo por la orilla de la interminable mar. Camino descalza con pies cansados y llenos de cortes; nunca me gustó estar lejos del suelo, lejos de la tierra. Rondo por la periferia de una ciudad sin nombre, donde nadie me conoce. Compruebo el reflejo entre los cristales rotos de la costa y confirmo lo inevitable: no me veo de vuelta. Ya son varios los días que llevo perdiendo mi esencia, abandonando mi ser al vacío de mi cuerpo.

     A medida que avanzo, observo con detenimiento el paisaje. Las luces del ocaso clausurando el día, las primeras estrellas en el firmamento y la espesa selva tras la blanquecina arena. Cierro los ojos al mismo tiempo que dirijo mi cabeza hacia el cielo infinito. Suspiro varias veces, y siento cada dilatación y contracción de mi pecho. Muevo los dedos lentamente y noto el movimiento de cada articulación, el tacto de mis ásperas manos y el dolor en mis nudillos. Estoy perdida, desconozco mi paradero, y a juzgar por el entorno podría asegurar que soy lo único que se mueve por estas costas. La mar está en calma, el oleaje es suave y constante. La brisa genera el movimiento de las hojas de la selva que limita mi visión. El sonido es armonioso, pero no ayuda a concentrarme en mi siguiente movimiento.

     Aparto mis cabellos pelirrojos del pecho y remango mi mojada blusa hasta el codo. Deposito mi desvencijado cuerpo en el suelo, quedando a la deriva sobre este polvo de hueso. En breve me desvaneceré. Mi cuerpo será engullido por la fría arena y mi recuerdo perdurará únicamente en los troncos de los árboles y en las grandes rocas que rodean este paraje. Adopto una posición fetal y aguardo en mi lecho de muerte.

     Pequeñas hojas se arremolinan a mi alrededor. Cada vez aumentan el número de ellas, y mi visión, por momentos, se reduce notablemente. Antes de desaparecer entre el blanco de la arena y el verde de la vegetación, contemplo por última vez la arrulladora orilla. Entre la marea puedo ver un cuerpo que besa la costa junto con las olas. Está bocarriba, flotando, y parece muerto. Deduzco que es mujer, pues su desnudez delata sus pechos femeninos, acompañados de un largo pelo de color rojo que los cubre. Son mis pechos y mi pelo, es mi ahogado cuerpo, muerto sobre escasos centímetros de agua. Entonces lo comprendo.

     Las hojas me cubren por completo y mi corazón sabe que el momento llega. Siento cómo muero durante unos segundos y vuelvo de nuevo a la vida. Despierto y corren por mis labios hileras de agua con sabor a salitre y toso hasta recomponerme. Con las fuerzas que me quedan, levanto mi cuerpo desnudo y mi alma desolada. Cierro los ojos al mismo tiempo que dirijo mi cabeza hacia el cielo infinito. Suspiro varias veces, y siento cada dilatación y contracción de mi pecho. Y siento cómo me vuelvo a encontrar, cómo vuelvo a nacer. Volver.


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26 de abril de 2016

Inmortal letanía

     Música recomendada en la que me he inspirado para ambientar el relato: https://www.youtube.com/watch?v=_nj-LnZqY-0

     Aún sigo tachando los días de este calendario terrestre. Apenas llevo un año en esta extraña nave, que ha pasado a ser mi hogar a pesar de la frialdad que la invade. Aquí, nada vive, nada muere: sólo existe. Lo único orgánico que hay en años luz a la redonda soy yo y la papilla gris congelada que ha constituido mi dieta estos últimos meses. He pasado doce meses en la embarcación, pero la relatividad me recuerda que en mi planeta natal el tiempo no pasa igual de rápido. Una hora en mi escondrijo conforma un día completo en la Tierra. Es por ello por lo que cuento cada día, cada hora, cada segundo que me queda para terminar con esta inmortal letanía.

     La última vez que abandoné el planeta en esta misión mi hija tenía solamente cinco años. Ahora, de vuelta a mi verdadera casa, no se si seguiré teniendo esposa y padres, o si mi hija habrá terminado la universidad, o si ya seré abuelo. Quizá no queden restos de la generación que dejé en el olvido. Era el candidato perfecto para esta misión de exploración jamás realizada. No es la primera vez que salgo al espacio exterior, pero sí la primera vez que me alejo tanto del Sistema Solar. Me planteo entonces si para cuando llegue a la Tierra ya existirán nuevas patrullas de reconocimiento espacial. Me planteo si este viaje ha sido en vano y si el pequeño progreso que he conseguido ya ha sido superado por la era tecnológica. Cuando llegue a la Tierra, seguro que las futuristas ciudades serán como siempre las imaginé. Aunque, cuando aterrize, espero encontrar algo de trabajo. Llevo demasiado tiempo esperando algo que jamás llego en este trayecto. Podré pintar mi casa, acariciar las arrugas de mi mujer y sentirme igual de joven que mi propia hija. Condenada relatividad temporal.

     Me aproximo al cristal principal de la nave. Parece el panorama de siempre: lleno de pequeñas estrellas y de vez en cuando alguna que otra roca que se encuentra fuera de su órbita. Según la velocidad que lleva la máquina, el paisaje debería ser diferente, y lo es, pero tanto tiempo aquí ha hecho que todos los segundos sean iguales. Meses arrestado en el vacío, perdido en el abandono de mi ser. No hago nada, me limito a escuchar el motor de mi billete de vuelta a casa y, en ocasiones, el sonido de mis pestañas al rozar unas contra otras. Reoriento la trayectoria de la nave, como y duermo; ciclo que jamás acaba. Ya no me siento humano.

     Después de contar dos semanas de viaje me inundo en el Sistema Solar, y vislumbro planetas conocidos. Apoyo los guantes en el cristal y acerco aún más mi fría y muerta cara al él. Incluso a lo lejos, siento el cálido abrazo de mis padres, la sonora risa de la pequeña y las caricias de mi amada. Pero más allá de eso, siento los rayos de Sol golpeando mi piel, haciéndome volver a sentir vivo. Mis pupilas se dilatan sorprendentemente, y comienzo a ver una serie de planos que estremecen mi ser. Contemplo los restos de la ahora oxidada Tierra. Vestigios de ciudades en llamas. Veo la destrucción de la raza humana y siento cómo cada ser vivo muere por dentro. Grito para salir de esta pesadilla, pero nadie me puede despertar, estoy solo y continuo teniendo visiones. El desbordamiento de los mares y la tonalidad oscura del agua. Civilizaciones destrozadas. Templos arrasados por la catástrofe. Restos de bosques ardientes que claman el auxilio de una Gaia* que murió hace tiempo. Y entre las ruinas del infierno contemplo una figura encogida en medio de la nada. Mira hacia el infinito. Me mira a mi, y yo le miro de vuelta. Soy yo en el reflejo de este cristal, pero allí abajo me retuerzo y me desgañito la garganta de rabia. Corrupta destrucción del ser humano, condenado progreso involucionista, maldita ambición mortal de nuestra raza. Corro desnudo por los escombros, y mis pies son cortados una y otra vez por las mismas piedras. Lo que pensaba que sería un hogar se ha convertido en un planetario cementerio, por donde ahora vago, siendo yo su sepulturero. Consumido planeta en ruinas que muere lentamente y cuya llama se disipa ante los rayos del ocaso. Sigo corriendo sobre cuatro patas a una velocidad abismal hasta llegar al ojo del huracán, la grieta que me conducirá a las llamas de este infierno. Grito por última vez, siento como mis cuerdas vocales se desgarran y me lanzo hacia el mar de llamas que acabará con esta inmortal letanía. Mientras caigo, lágrimas que se evaporan brotan de mis ojos. Y entre el silencio que efectúa el telón negro al pasar, me pregunto: ¿Qué es real?


     * Gaia: Significa "Tierra" en griego. En la mitología griega, Gaia era la diosa madre, quien presidió la Tierra.


 
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25 de marzo de 2016

Viaje al abismo

     Antes de comenzar a leer este relato, os deposito un link que os dirigirá a la canción que me inspiró a escribir esta breve historia (https://youtu.be/mJ_fkw5j-t0).  Es muy importante utilizar la imaginación a medida que se lee, pues el relato cobrará mayor emoción. Sin más dilación, disfrutad.

     De vuelta al nido. Estoy cansado y siento quemor en la planta de los pies, pero ya he tomado el autobús y en no mucho estaré en casa; después de todo vivo en una pequeña isla rodeada de mar. La noche es de color azabache, ya que el alumbrado es escaso y, en algunos tramos, nulo. Muchas veces parece que después de atravesar las luces de la carretera principal te adentras en el abismo del océano. Debido a la duración del viaje decido apoyar la sudadera en el cristal y mi cabeza en ella a modo de almohada. La continua presencia de baches en el camino y el bullicioso pero tranquilizador ruido del autobús hacen que mi cabeza vibre, otorgándome un estado de agitada armonía.

     Decido cerrar los ojos unos minutos, y, cuando los abro, para mi sorpresa queda mucha menos gente en el móvil. Sigo sin ver nada del exterior, no se ve luz alguna, simplemente esas de emergencia que se encuentran en el interior del transporte. Coloco la sudadera en mis piernas lo más estirada posible para cubrir el frío que congela la parte inferior de mi cuerpo. Alzo la mirada para ver la hora que marca el reloj digital del autobús, pero está apagado. Miro al frente y observo al conductor de la máquina. El chófer es un rechoncho señor con un gorro un tanto antiguo y de bigotes peculiarmente finos y largos. A pesar de su rara apariencia me ha atendido con una gran sonrisa de oreja a oreja. Se ha dado cuenta de que lo observo y me mira de vuelta, desatendiendo el volante y dejando de prestar atención a la carreta. Sus ojos miran profundamente los míos, y súbitamente algo extraño comienza a pasar en ellos: cada vez comienzan a ser más redondos, al tiempo que sus pupilas se dilatan a un impactante ritmo. Simultáneamente, su gorro se vuelve más ancho y grande, y sus bigotes se convierten en viscosos filamentos que se mueven de un lado a otro tratando de surcar el aire. Su masa corporal ha aumentado, y su piel ha adquirido una tonalidad verdosa. Parpadeo varias veces seguidas para comprobar que no estoy soñando. Ante mi extraña reacción, él esboza una gigantesca sonrisa con una boca incluso mayor que la de su forma humana. Segundos más tarde compruebo que no es una alucinación y que, sin duda alguna, el conductor del autobús se ha metamorfoseado en un pez gato. Me pregunto si el resto de tripulantes estarán viendo lo mismo que yo, pero al girar la cabeza puedo observar que lo que antes eran personas ahora son peces de infinidad de colores y formas, con grandes ojos de carbón y pequeñas aletas.

     Comienzo a sudar ante los inexplicables sucesos. Un momento, ¿acaso alguien comienza a sudar por los pies? Bajo la mirada y noto que no es sudor lo que humedece mis pies, es fresca agua que alivia el escozor. En una situación normal hubiese sido la sensación de tocar el cielo con la punta de los dedos, pero en este caso era algo alarmante y por lo que uno debería preocuparse. Intento gritar, pero ningún sonido es emitido por mis cuerdas vocales y el agua continua ascendiendo inexorablemente. Finalmente me cubre por completo y, antes de quedarme sin aire, tomo una última bocanada que espero que dure unas horas, o al menos el tiempo suficiente para salir de esta trampa submarina. Según pienso esta última palabra, "submarino", el autobús también empieza a cambiar y los cristales se unen unos con otros, formando un único mirador al vacío exterior. Me doy cuenta de que, entre lo que observo los cambios a mí alrededor, he estado respirando como de costumbre. Me asombro, pero también me tranquiliza, al menos no moriré con los pulmones repletos de agua.

     En el exterior se puede escuchar un incesante burbujeo. Esta vez me aproximo al cristal sin miedo, y compruebo como salen los pequeños globos de aire hacia la superficie y que, al estallar en ella, provocan ondas que imitan los colores del arco iris. Es un espectáculo de colores apasionante e hipnotizante, pero aparto rápidamente la mirada; el autobús hace un brusco giro y nos adentramos en lo que parece un profundo abismo. En la submarina travesía contemplo los pequeños delfines nadando en libertad y disfrutando de la llegada de un nuevo individuo: yo a bordo de este trasto. He sufrido tantas transformaciones en tan poco tiempo que apenas me reconozco en el cristal del submarino. Repentinamente todo cobra luz, y el escenario es inundado por la presencia de grandes medusas de color azul celeste que aportan claridad a la escena y permiten visualizar el fondo marino, repleto de millares de moluscos, algas, anémonas y corales. 

     ¿Quién me diría que lo que comenzó siendo la vuelta a casa en el autobús de todos los días se convertiría en la más increíble de las aventuras? Parece que continuamos el trayecto, y dejamos atrás el campo de medusas para seguir el camino de vuelta a casa. Me siento en los ahora blandos y viscosos asientos del submarino. A lo lejos escucho un ensordecedor ruido que pone mis escamas de punta. Una vez más me permito ser sorprendido por la Madre Naturaleza y corro de nuevo al cristal con los ojos de un niño el día de navidad. Esta vez ha tocado el más sorprendente de los animales: la ballena jorobada. Cierro los ojos y dejo que mis oídos se deleiten con sus agudos cantos. Cuando parece que la sinfonía finaliza, abro los ojos lentamente para observar con sorpresa que estamos de vuelta a la superficie terrestre, pero llego a tiempo para ver como una colosal ballena sobrevuela las mareas del océano y produce un gran y delicado estruendo al volver a sumergirse. 

     Despierto, y el conductor, humano de nuevo, me zarandea un poco para que me despierte del todo. Lo miro con los ojos cansados y me dice que hemos llegado a la última parada, y me horrorizo. Al mismo tiempo, me doy cuenta de que la maravillosa aventura ha sido solo un sueño. A pesar de que debería estar preocupado, me siento liberado, y bajo del autobús agradeciendo al conductor el haberme despertado. Cuando toco la tierra de nuevo y doy unos pasos, noto de nuevo los pies mojados. Me doy la vuelta y veo con ojos brillantes como un pez gato me dedica las mejores de las sonrisas y desaparece en la oscuridad de la noche. Y comprendo, que al fin y al cabo, todos somos hijos del mar.





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29 de febrero de 2016

Besos de salmuera

     Música recomendada: https://www.youtube.com/watch?v=kQ0zhsvhynw 

     Ya ha llegado a puerto, ha buscado aparcamiento y ha conectado la calefacción del coche para evitar que los cristales se empañen a causa del gélido frío. Espera unos minutos con ansias en el interior del vehículo, pero no resiste más y decide salir. Coge su abrigo y abre la puerta, cerrándola tras ella y cerrando el coche también. Guarda sus manos en los bolsillos, tratando de hacer pasar el tiempo, y para ello observa el vaho que sale de sus labios con cada bocanada de aire. Y mientras éste se dispersa en el aire ella mira al cielo infinito, sabiendo que él estará en alguna parte cerca de ella. Tan cerca que es el motivo de su visita al muelle. Él lleva tres desabridos meses en ata mar, y ella tres amargos meses de sabor café en tierra. Tras la larga espera, sus ojos volverán a mirarse fijamente, y el vacío sonoro hará presencia como cada vez que él llega. Ella aguarda unos minutos y grandes focos iluminan la noche mientras la embarcación baja el ancla y atraca de manera concluyente.

     Él piensa que por fin sentirá de nuevo la firme tierra. Ella mira los cristales de los camarotes con esperanzas de divisarlo. No surte efecto, asi que esperará a que los marineros comiencen a bajar. Él esta de pie, con su desvencijada maleta y su boina mal puesta; intenta pensar en una frase bonita que decirle, algo que alivie el brusco encuentro. Nada pasa por su cabeza, su mente sólo puede ocuparse de la presión que sufre en el pecho. Desde fuera, ella observa las primeras personas uniformadas descender y alejarse cada vez más. La angustia la carcome por dentro, aunque sabe que llegará. Él comienza a bajar a trompicones: la escalera es muy pequeña y la maleta demasiado ancha como para pasar con facilidad. Llega a tierra y su cuerpo se balancea inconscientemente, tanto tiempo en el mar ha hecho que su organismo reproduzca las oscilaciones del barco. Tras superar el efecto continúa quieto, y gira la cabeza a un lado y a otro, buscándola.

     Allí está, apoyada en la parte delantera del viejo coche, tan distraída como siempre, pero más guapa que nunca. Él sabe que al volver ella se esmera al maquillarse, es un momento especial sin duda alguna. Ella lo ve aproximarse y un nudo se forma en su garganta. Se alegra, pues él, como buen marinero, conoce como hacer y deshacer cualquier entramado. Al mismo tiempo que se despega del coche, saca las cálidas manos de los bolsillos y comienza a caminar a lo largo del pavimento. Cada vez caminan más rápido, y ambos piensan que están sobre una cinta giratoria, pues nunca llega el momento del encuentro. Después de recorrer kilómetros se encuentran a escasos centímetros, respirando aceleradamente y conteniendo las ganas de llorar. Él suelta la maleta. Ella se quita los guantes y se funden en el mas cálido de los abrazos. Es tal la liberación que no pueden reprimir las lágrimas, permitiendo emanar el agua de sus ojos y escapar algún sollozo. Antes de mirarse a las pupilas, ella comprueba la mojada zona que ha dejado en su camisa. Él la toma gentilmente de la mano. Ella comprueba que sus manos están congeladas y afirma para sus adentros que no ha utilizado los guantes. Él acerca su mano a su oreja y le dice con picardía que no está fría. Sonríen, y donde antes había tierra marchita ahora florece lo verde. En el coche apenas hablan, el impacto emocional ha sido demasiado grande y no existen palabras para expresar lo que sienten. Sin embargo, él deposita su mano en la pierna de ella mientras conduce. Y para ellos significa más que cualquier tonta conversación sobre el tiempo o los problemas en los amortiguadores del coche.

     Llegan a casa y sienten que tras meses vuelve a estar llena. Ella decide abrir el ventanal que da a la terraza, y sale a sentir la brisa nocturna mientras él coloca la maleta sobre el sillón del comedor. Considera que a estas horas de la noche está cansado y que será mejor vaciarla mañana. Se dirige a su habitación, y comprueba que ella está fuera. Camina sigilosamente con su ropa de marinero hasta el exterior, y la toma por la cintura. Ella ha sido sorprendida y comprende lo afortunada que es por tenerlo tan cerca. Los ojos de él penetran los de ella y viceversa, y, tras observarse durante un tiempo, se funden en un beso fresco de salmuera, dejando sus cuerpos a la deriva del dormitorio.


     Para Esaú y Mandy, marinero y artista.


(Artista desconocido/a, encontrado en Pinterest: Rawda Mahmoud)

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